sábado, 11 de febrero de 2017

Pablo Quiroga y su perro Berganza

Pablo Quiroga, despertó temprano por la mañana y de golpe recordó que no le había servido su comida a Berganza. Fue hasta el baño, miró su barba crecida y su pelo largo, reflexionó que si seguía creciendo a ese ritmo pronto le comerían la cara. Se miró a los ojos, de color castaño. Un destello imperceptible le hizo pensar que guardaban una angustia que presionaba hacía varios días pero pensaba con orgullo que todavía no había posibilidad que venciera. Luego, cepilló sus dientes, lavó su cara, orinó y salió.
Berganza se acercó saltando y meneando la cola de manera que la respuesta de Pablo fue que esperara un poco, ya va Berganza, ya va. Ya en su habitación, tomó el bolso de la fábrica, las llaves de la casa, el teléfono y emprendió el descenso por las escaleras acompañado por Berganza que se enredaba entre sus piernas.
Tenía la garganta seca, como si durante la noche hubiese corrido hasta tener la lengua afuera. Sirvió un vaso de agua y lo bebió como si fuera el último de su vida. No desperdició nada y Berganza ladró mirándolo directamente a los ojos. Pablo le respondió con una mirada amenazante y él bajó su cabeza y dejó de mover la cola.
Todavía faltaban veinte minutos para que el colectivo pasara por la esquina de su casa. Mientran tanto, buscó la comida balanceada de Berganza con el teléfono en su mano actualizando las noticias de las diferentes redes sociales. Tomó el plato de su perro, mirando los estados, luego sirvió y lo dejó en la esquina donde duerme Berganza, que rápidamente comenzó a devorar todo.
Pablo, sentado en la cocina de su casa, observaba la pantalla de su teléfono y deslizaba su dedo hacia abajo actualizando otra vez las noticias, los estados, las fotos, que las diferentes redes le brindaban. Por primera vez en la mañana observó verdaderamente a Berganza, antes había sido indiferente al haber estado adormecido, y lo llamó para que se acercara y él acudió rápidamente consolidando el compañerismo y la amistad que ambos tenían entre cursilerías, ladridos, diminutivos y aullidos.
Después, Berganza volvió al rincón y siguió con su desayuno mientras Pablo seguía con el dedo pegado en la pantalla deslizándolo hacia arriba.
Los minutos pasaron, el sol ya había iluminado la ciudad en su totalidad. Afuera se escuchaba a los autos yendo y viniendo cada uno a su destino, que vaya a saber cual sería. De pronto, en la cocina, él le dijo, casi con lástima, qué vida llevás. Reflexionó unos segundos en silencio, mirándolo detenidamente, formulándose una idea concreta, observando analíticamente, y resolvió: tenés la certeza de que estás ahí, pero confirmo que no estás ahí, aunque cuando me ves así, como ahora, tengo una leve esperanza de que me comprendés. Pero cuando últimamente salimos a pasear por la plaza central de la ciudad y contemplamos el sol cayendo por el horizonte, presiento que no lo disfrutás como yo, quizás creés que lo disfrutás, pero cuando te veo, con la mirada perdida, estás como ausente, en otra cosa, como pensando en algo que jamás descubriré que es, pienso que no me comprendés, si tan solo fueras menos humano, querido amigo.
En el plato no quedaba nada, ya satisfecho su deseo, estiró sus patas hacia delante, dejándolas en cruz, bajó su cabeza y la ubicó en el medio. Luego continuó: dícense muy racional, pero discrepo. No veo nada racional en perder el tiempo delante del televisor cambiando de un canal a otro con un vaso en la mano. Menos aún, delante de una pantalla diminuta que cabe en la palma de la mano y en la cual posás tus dedos una y otra vez durante la mañana, el día y la noche y en cualquier maldito momento. Estás sentado ahí, pero no estás ahí. Quizás, querido amigo, estás en una especie de sueño del cual algún día despertarás y cuando eso ocurra emprenderemos el descenso por las escalinatas que nos llevará a la barranca para saber quien fue el ganador. Me ganaré una galleta, pero poco importa la recompensa, importará revivir ese instante perfecto donde no estabas alienado y tus instintos primarios prevalecìan por sobre el resto, que simplemente eran para vos vivir, festejar y desvivir.
Pablo Quiroga, desvió la mirada de su teléfono y chocó con los ojos de Berganza que le preguntó de manera standard, indiferente, qué pasa Berganza. Éste no dudó en responder, qué va a pasar, estás ahí, o crees que estás ahí, no comprendo por qué tenés esos ojos vacios, casi tristes, quizás ya naciste así, o los días poco a poco te empujaron al abismo y caiste en peso muerto y de nada sirvió intentar aferrarte a las banalidades de la vida, a la cotidianidad, a la música, los libros, el fútbol, el alcohol, las drogas, caiste en picada y ahora estás así: no estando, como ocupando un lugar que no es este, es otro.
  Dirán que me revuelco en la tierra, que me rasco en público, que mastico con la boca abierta ¿pero ustedes son más civilizados que nosotros? Jamás, amigo mío, jamás, no hay nada civilizado en matarse los unos a los otros, de llevar una idea al extremo y exterminar pueblos enteros, de trabajar por una miseria por los demás, de vivir aislados en cubículos por mucho tiempo, de confundir la muerte como una tragedia, ¿qué pasa Pablo? No te das cuenta que  te estás muriendo y te deslizás por el día sin enterarte. Los días pasan y vos no te percatas. Al menos gritá, quejate, disentí, jugátela ahora ¡te vas morir de todos modos! Eso, querido amigo, la vida es una postergación de la muerte, hacés lo que hacés solo para no pensar que te vas a morir, pero nadie escapará. Tal vez, una solución es aceptarla y vivir dignamente, quién sabe.
Pero ahora ya no importa, llegó la hora y te irás a tu trabajo ¿también andarás entre sus  piernas como yo cuando tengo hambre? Es una lástima porque tenés la posibilidad de trascender más allá de todo, de vivir como yo vivo, comiendo cuando tengo hambre, durmiendo cuando tengo sueño, haciendo el amor cuando quiero, olvidándote de las demandas sociales que te agobian, destruyendo la supuesta moral establecida vaya a saber por quién, desprendiéndote de un pasado y un futuro, es una tristeza absoluta, y lo arruinás todo siendo demasiado humano.

viernes, 3 de febrero de 2017

Pablo Quiroga y el desamor

Pablo Quiroga, estaba en su habitación cuando de repente surgió una pregunta que le hizo una extraña mujer, que alguna vez fue muy cercana, pero que poco a poco se desvanecía en el tiempo. La negó rotundamente e intentó continuar navegando por las redes sociales como los últimos días.
Pablo, entraba a una y a otra red observando las publicaciones que sus amigos habían realizado. Aunque en realidad tenía más páginas de noticias, cine, literatura, fútbol e interés general. De manera que se detenía a leer sobre política, noticias de actualidad, citas de libros, ver gifs sobre cine clásico, recomendaciones sobre películas, libros, música, debatir en la red del pajarito sobre los inmigrantes en su país. Últimamente sospechaba que tiene la misma cantidad de amigos fuera que dentro de las redes: pocos, muy pocos.
  De repente, un fuerte viento sopló levantando la cortina de la ventana. Escrutó el cielo, visualizó a los pájaros volando desesperado tratando de encontrar refugio. Bolsas de plástico atrapado por el viento volaban entre los edificios de la ciudad. Luego la tormenta le trajo en un susurro la maldita pregunta que no quería contestar.
  Emprendió rapidamente el descenso por las escaleras, estaba preocupado porque la tormenta iba a traer mucha lluvia, por lo tanto debía cerrar puertas y ventanas de toda la casa. Cerró las ventanas del segundo piso, y siguió bajando, luego cerró las ventanas del primer piso. Pero cuando fue a cerrar la puerta con llave para que no se abra con el viento, se mantuvo con una mano en el picaporte y la otra en la llave. Prestó silencio, no se escuchaba nada. De repente, del otro lado de la puerta se oyó la maldita pregunta. Abrió la puerta muy asustado y no había nadie. Ni siquiera estaba la tormenta que se había levantado. Dijo: -Que extraño, como apareció, desapareció. De manera que, cerró la puerta con llave de todos modos, no se sabe si por el miedo o por las dudas que la tormenta otra vez se levantara, y se dirigió a sentarse.
  Perplejo, hundido en cavilaciones de todo tipo acerca de la voz que oyó al otro lado de la puerta, tomó un papel que estaba arriba de la mesa doblado en dos mitades. Lo sostuvo turbado en sus manos unos momentos, como esperando que desapareciera o despertara de un sueño, luego lo abrió, leyó la maldita pregunta: "¿Que es el amor?"
  Rápidamente la cara de una mujer se le dibujó en su mente. Pablo, la evocó con ojos tristes, con unas ganas inmensa de desahogarse, pero está al tanto que no fue heredado de a facilidad de las lágrimas. Es más, no recuerda cuando fue la última vez, si es que hubo última vez, que lloró.
Fue la pregunta mas postergando de su corta existencia, quería llegar hasta los últimos días de su vida sin responderla,pero hoy era el día. "¿Qué es el amor?" Preguntó ella en un pasado muy lejano. Pablo no pudo responder y atinó solo a realizar enojado, casi reprochando, la repregunta "¿y para vos qué es?" Quizás si en ese momento hubiera reflexionado unos segundos para luego responder con sinceridad y no ocultar sus sentimientos racionalizando todo, ocultándose en su seudointelectualidad, quizás estarían juntos.
  Primero se sentó con el papel en sus manos mirándolo fijamente. Luego por una extraña razón que no comprendía, las respuestas surgían como flechas veloces.  "¿Qué es el amor?" Tal vez el amor son dos personas conviviendo en una casa con forma de corazón, pero no son dos medias naranjas, son dos personas muy diferentes. Cada una es lo que no es la otra y es por lo cual están juntos. De modo que ninguna necesita de la otra para vivir pero hay un acuerdo implícito donde se explica las condiciones necesarias para convivir por muchos años. El amor es estar con otra persona a pesar de que no la necesites para vivir. No es una necesidad, es una decisión. Es estar solos pero juntos. Es comprender que son dos personas muy diferentes pero con una causa común: el amor.
  Pablo arrojó el papel que tenía entre sus y se reprochó que si tan solo hubiese tenido la valentía de decir algo. En vez de quedarse en silencio y no querer responder. Tal vez la voz de esa mujer estaría acá y no sería un melancólico recuerdo que es arrastrado por un pasado lejano

domingo, 15 de enero de 2017

Pablo Quiroga y la nada

Pablo Quiroga, estuvo todo el fin de semana yendo de un lado hacia otro. El viernes a la noche, se juntò a comer a la casa de unos amigos a tomar varias cerveza y conversar como si fueran filòsofos hasta la entrada del amanecer. En cambio, el sàbado, estuvo junto a su novia mirando pelìculas de Woody Allen y comiendo pizza con rodajas de tomates y mucha queso hasta q se cumpliò la hora pactada para irse al boliche donde se encontrarìan con sus amigos y amigas. El domingo de descanso, comenzò poco a poca a descender al pozo q normalmente se encuentra y al q èl denomina la nada.
Recostado en su habitaciòn, con los ojos cerrados, obervaba detenidamente la oscuridad intentando pensar en nada para poder dormirse. Pero la nada q buscaba era la amistosa, no era la otra nada: esa q estorba y molesta en la espalda como una mochila cargada con mucho peso. De modo q, recordando lo aprendido de las pàginas de internet sobre meditaciòn, intentaba alcanzar la nada para poder dormir (Pablo sabìa q la meditaciòn no era para dormir, pero a veces le funcionaba). Probò inutilmente con los ojos cerrados y focalizando en un punto negro; focalizando en un pensamiento; escuchando el ruido de su ambiente; en posiciòn de loto; recostado boca arriba con la mano en el difragma prestando atenciòn a la entrada y salida del aire; terminò por cansarse porq no llegò a la nada, es decir, no pudo hacer nada.
Luego de este fracaso, tomò el telèfono q tenìa al lado de su cama. Abriò su cuenta de facebook y deslizaba el dedo por la pantalla tratando de encontrar algo q valga la pena, algo q lo saque de esa cotidianidad en la cual estaba hundiendose poco a poco, porq Pablo no comprende (o no qiere comprender) q todos los dìas no puede haber emociones ùnicas, porq para eso estàn los fines de semana, para descomprimir esa tenciòn producto de las resposabilidades q contienen los dìas de semana. Buscaba y nada, sentìa la nada, no la nada q se encuentra en la redes sociales, sino ese hueco en el pecho incapaz de llenarse aunque se intente.
Dejò el telèfono donde estaba, se levantò de su cama, emprendiò el descenso por las escaleras, en silencio, pues era muy tarde, cerca de la madrugada del lunes, y no qerìa despertar a nadie. Tomò el control remoto y prendiò el televisor. Se acomodò en el sillòn y cambiaba indiferente de canal tratando de encontrar algo, pero nada. Otra vez la nada, pero no la nada de la televisiòn, sino la otra nada. La indescriptible, la q se escapa a toda descripciòn por el simpe hecho de no saber q es. Por ser tan abstracta q no podamos capturarla aunque seamos expertos cazadores y tengamos como poderosa herramienta la palabra.
Dejò el televisor prendido, buscò su telèfono, recordò q estaba en su habitaciòn. Subiò por las escaleras, tomò el telèfono, bajò. Se acomodò en el sillòn, cambiò de canal, deslizò su dedo por el celular, accediò a facebook y bajaba las noticias sin detenerse en ninguna. Hacìa zapping y miraba el celular y nada. No encontrababa nada. En un momento, recibe un mensaje de su novia q le pregunta q era lo q estaba haciendo y què le pasaba, q todavìa seguìa despierto. Dudò en contarle q una extraña sensaciòn de vacio metafìsica se habìa apoderado de su alma turbia y de su mente adormecida. Lo q le produce un insomnio insoportable q no lo deja descansar en paz ni un segundo y divaga por el extraño universo infinito q observa cundo cierra los ojos. Tambièn pensò en contarle de la insatisfacciòn crònica q tiene hace varios años y q ademàs sospecha q es incurable, y q cada vez q pasan los años es màs intensa. Y pensò ademàs en la imagen de un àrbol hueco, un cuerpo sin òrganos, una casa sin amueblar, un automóvil sin motor. Aunqe Pablo preferirà callar y guardarse palabras como desganado, vaciado, desconectado, estàtico, incumplido, desesperado, perdido, desinteresado, preso, desorganizado, resignado.
De modo q, resolviò responder la pregunta teniendo en cuenta la economìa de la palabra y el posmodernismo en el cual se encuentra hundido, casi ahogado; prefiriò utilizar la ùnica palabra capaz de abarcar todas las ya mencionadas: nada.

jueves, 5 de enero de 2017

Pablo Quiroga y el resentimiento

Pablo Quiroga, comenzaba a despertarse despuès de una larga noche de apacible sueño. Tomò su telèfono q estaba en la mesita de luz al lado de su cama y comenzò a observar las notificaciones de las diferentes redes sociales.
Comenzò por la red social del buscador màs famoso observando quièn habìa hecho màs uno en la publicaciòn q habìa subido la noche anterior. Se preguntò, para què sirve escribir si las posibilidades de alcance a una mayor cantidad de personas son mìnimas. No tiene la respuesta, pero tiene la certeza que lo sigarà haciendo a pesar de todo. Quizàs solo despertò pesimista.
Luego ingresò a whatsapp y tenìa varios mensajes del grupo de la familia, del grupo para organizar partidos de fùtbol y nada màs. De manera q saliò de allì e ingresò a facebook, ya q tenìa muchas notificaciones, pero creìa q seguramente eran noticias busuras, de juegos, grupos y videos en vivo.
En efecto, no habìa otra cosa q lo q habìa pensado: juego a los q nunca jugò, videos q nunca vio, y grupos a los cuales nunca ingresò, y q no sabe por q està allì. Hasta q observò algo q le llamò la atenciòn, se sentò en su cama, cruzò las piernas como si fuera a meditar, y abriò la publicaciòn.
Comenzò a ponerse tan nervioso que su telèfono temblaba entre sus manos. Su mirada se puso seria, sentìa un rubor en su pòmulos, crecìa una especia de vergüenza, y poco a poco iba creciendo unas ganas intensa de qerer destrozar el telèfono contra la pared. Pero se detuvo, y tratò de calmarse.
No era la primera vez q le ocurrìa. Sus compañeros de colegio cada tanto realizaban una foto con su cara burlàndose de su condiciòn estètica y producto de la pubertad en ascenso. Pero esta vez cruzaron el lìmite y rompieron todo tipo de còdigo q pueda llegar a existir.
Pablo, sabìa q denunciar la publicaciòn era lo màs inutil q podìa hacer. Estaba envuelta en una fuerte tormente de pensamientos q no podìa contener y comenzò a planear el contrataque. Sin quererlo, se imaginaba la conversaciòn q tendrìa con sus compañeros y còmo responderìa a esa burla q atacaba a su imagen pùblica. Pablo, iba sumando cada vez màs un resentimiento inmenso, q no podìa contener.
Pensò, ya recostado en su cama mirando el techo, q el primero q empezarìa a burlarse serìa Claudio. Que con esa risa burlista Pablo tendrìa q contener el impulso de qerer romperle una silla en la cabeza. Le responderà furioso, q hizo eso para llamar la atenciòn, ya q su padre ha muerto y su madre se preocupa màs en otro hombre q en su hijo. En cambio, màs enfurecido, a Ivan, le recordarà, delante de todos sus compañeros, como de niño, tenìa esa extraña tendencia a qerer jugar al juego de la botellita solo entre varones. A Josè, el peor de todos, seguramente el creador de esta broma, apuntarà a su total ignoracia. Una inteligencia de burro q asombra hasta a los màs idiotas. Un total desconocimiento de los saberes primarios q da tristeza y pena. Pero tambièn recordarà q se encuentra en ese colegio solo y exclusivamente por voluntad de la billera abultada del mediocre y rico de su Padre, q ademàs no lo visita, no le pregunta còmo està, no lo llama, por estar en supuestos viajes de negocios.
Un poco màs tranqilo, Pablo pensò q quizàs no llegarìa a eso, q solo era una broma pesada. Pero cuando recuerda q su amor secreto ahora està en boca de todos, le hierve la sangra y no qiere mediar palabra y usar la fuerza de las pasiones para partirles la cara y dejar de lado el razonamiento puro. Todo lo planeado se irìa por la borda, aunqe piensa q tambièn es muy fuerte lo q tiene q decir.
Pero lo màs triste, piensa Pablo en su habitaciòn luego de darle varias vueltas al asunto, q se qedarà inmòvil ante las risas, las burlas, los comentarios, no podrà decir nada de lo q pensò, nunca pudo decir nada y nunca podrà....solo guardarà un rencor por el resto de su vida.

domingo, 1 de enero de 2017

Pablo Quiroga y el primer obstàculo del año

Pablo Quiroga, se despertò por la mañana del primero de diciembre con un fuerte dolor de estòmago. Es q despuès de estos dìas de fiesta no existe higado q aguante a tanta ingesta exagerada de comida. De todos modos, es principio de año y no le servìa de nada comenzar quejàndose de algo q se solucionarà con el pasar de las horas. Ademàs la mañana se encontraba agradable porq la tormenta q los mandò indirectamente a dormir, mientras estaban tomando un trago de cerveza bajo las estrellas, aliviò a  la ciudad de tan agobiante e intenso calor, llevando a dormir a todos los habitantes con una gran serenidad y con la conciencia plena que habìa sido una buena noche.
(Recuerda Pablo q su familia  se vio amenazada por la tormenta desde muy temprano pero cayò tiempo despuès, ya casi al amanecer. Aunque en realidad por culpa de la nublosidad y la lluvia q caì del cielo a grandes litros, creando una cortina de agua, no se pudo ver la salida del sol.)
Ya en su casa, Pablo escrutò por la ventana y observò q los àrboles estaban de un verde resplandeciente, seguramente porq despuès de q la llovisna intensa cayera, recuperaron un poco la vida. Por otro lado, observò màs allà grandes charcos de agua estancada q debìa saltar cuando saliera de su casa.
Una vez listo, Pablo abriò la puerta de su casa pensando en muchas cosas q tiene q hacer en este nuevo año q comienza. Caminò unos pasos hacia delante y saltò un charco, luego unos pasos màs, esquivò otro, despuès màs pasos, y rodeò aquel. Hasta q tuvo la mala fortuna de mirar a lo lejos, allà en el horizonte, donde muchas veces se encuentran los pensamientos màs profundos, lo q lo hizo no mirar hacia abajo, es decir, los pasos cortos q estaba haciendo. De pronto, sintiò còmo su piè derecho se hundìa poco a poco en un lugar donde se habìa concentrado mucha agua y se habìa hecho un cìrculo de barro.
De manera q poco a poco su piè comenzaba a hundirse e innexplicablemente recordò q iba a ser un año muy difìcil. Intentò lentamente levantar su pie derecho pero se hundiò un poco màs. Empezaba desaparecer su zapatilla y se desesperò porq no vaya a ser cosa q se hunda por completo en el barro como si fuera arena movedisa y no pueda salir nunca màs en su vida. Aunqe pensò q era imposible q eso ocurriera ya q no existe historia en el mundo menos creìble q esa. De manera q resolviò apoyar su otro piè en el barro para tener mayor estabilidad y sacar asì su piè derecho. Pero no funcionò. Al ponerlo, inmendiatamente sus zapatillas dejaron de visualizarse por completo. En ese preciso momento, entrò en pànico, pues no era un historia inverosìmil. Estaba ocurriendo delante de sus ojos.
Por lo tanto, se convenciò por completo q si no hacìa algo iba a ser tragado por el barro. Aunque no iba a rendirse fàcilmente, y mucho menos cuando recien comenzaba un año nuevo y debìa estar preparado para los pròximos trecientos sesenta y cuatro dìas.
De modo q otra vez por innercia intentò llevar sus rodillas lo màs alto q pudo para poder salir de allì. Pero otra vez se hundiò un poco màs en el barro movediso hasta la altura de sus rodillas.
Ahora perdiò toda la esperanza q tenìa, comenzò a maldecir muy enojado contra la fortuna, el destino y el mismiìsimo Dios q lo miraba desde el cielo y reìa a grandes cargadas de su desgracia porq era Él q la habìa tramado la trampa con gran astucia para q no pueda alcanzar ninguna meta en este nuevo año q comienza. Para q sepa el lugar q tiene Pablo en la vida, el barro, como sinònimos de un lugar al q pertenece y al q  jamàs debe intentar salir.
Pablo lloraba a grandes alaridos pensando q no habìa nada q pueda hacer para salir de allì. Mientras su làgrimas caìan como el rìo de una cascada, y largaba alarìdos desgaradores como cuando era un niño y no le gustaba el regalo q le habìan hecho. El barro ya lo tapaba hasta el pecho. Làgrimas, làgrimas y làgrimas caìan sobre el barro q poco a poco lo estaba tapando. Ya estaba resignado, sabìa q iba a ser un año difìcil pero nunca pensò q en el primer obstàculo todo su esperanza se viera hundida sin poder hacer nada para impedirlo.
Pablo ya sentìa el agrio y arenoso gusto del barro en la boca. Cerrò sus ojos a esperar con serenidad el destino al cual no pudo escapar. De pronto, sintiò que una mano toma su mano y empuja hacia arriba mientras sigue con los ojos cerrados. Pablo no qiere ver qien es la mano amiga q estrecha la suya y lo saca de allì salvàndolo de ese triste final al cual estaba destinado. Seguìa sin abrir los ojos pero piensa q poco importa de qien recibiò la ayuda q esperaba. Se dejò llevar lentamente de la misma manera q lo habìa hecho cuando el barro lo tapaba. Una vez q estuvo fuera del barro abriò los ojos maravillado de tan extraña experiencia. Aunqe nunca se sepa quièn fue la mano amiga qien ayudò al pobre de Pablo. Pero ¿importa realmente?
Por ùltimo, comprendiò q este barro era una prueba, de las muchas q tendrà en el año,  donde nunca tendrà q perder la esperanza, aunque todo estè perdido.